La sexualidad en la vejez: ¿Qué significa ser homosexual en la tercera edad?
- junio 22, 2016
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La sexualidad es y ha sido una de
las áreas del comportamiento humano más desconocida y en la que aún prima
muchas veces lo anecdótico del conocimiento científico. Y sí esto es cierto a
cualquier edad, lo es especialmente en personas de edad avanzada. La mera
existencia de manifestaciones sexuales de cualquier tipo en los ancianos es
sistemáticamente negada, rechazada o dificultada por gran parte de la sociedad.
Los hallazgos
en las investigaciones sugieren que las relaciones homosexuales son similares a
las relaciones entre heterosexuales, Feldman a propósito de esto, comenta que a
pesar del estereotipo de que los homosexuales, en particular encuentran difícil
formar relaciones y que sólo se interesan por uniones sexuales casuales, la
realidad es diferente. La mayoría de los homosexuales, en general, buscan
relaciones a largo plazo y que sean significativas, por lo que en ese sentido
difieren un poco, a nivel cualitativo, de las deseadas por los heterosexuales.
A
pesar de no existir tantas diferencias entre los diferentes tipos de
orientaciones sexuales, la realidad es que la acción de salir del closet, es
decir, el hecho de que una persona se declare abiertamente gay, lesbiana o bisexual ante su familia, amigos,
compañeros de trabajo, y demás personas
en sus círculos cercanos, es realizado a veces por el deseo de que su
orientación sea aceptada y por aceptarse a sí mismo en muchas formas. En ese
momento, los familiares y amigos cuentan con tres opciones: la aceptación, la
preparación para asumirlo y el rechazo. Cuesta imaginar cómo puede ser este
tema en adultos que se encuentran entrando en la etapa de la vejez.
En nuestra
sociedad existe un escaso conocimiento sobre este tema, incluso dentro de los
profesionales sanitarios. Las creencias y conceptos erróneos se manifiestan
incluso en las historias clínicas donde no se recogen datos sobre la actividad
sexual. Esto, explicado erróneamente en algunos casos, por el supuesto de que
los ancianos son sexualmente inactivos; y en otros, debido a la incomodidad de
formular las preguntas o el temor de no poder responder adecuadamente a las
dudas que plantee el paciente en este tema.
Este
es un tema que se habla frecuentemente desde la perspectiva adolescente, y desde
la problemática que representa para estos la identificación con una orientación
sexual que les sea más cómoda, la aceptación por parte de los padres, etc. Pero
no es un tema muy investigado en adultos mayores y en parte debido a la
imposibilidad de imaginar a nuestros abuelos teniendo sexo o haciendo el amor. Es
cierto que las personas adultas también tienen necesidades que atender,
necesidades de enamorarse, de sentirse útiles, de ser tocados y mirados, o de
volver a tener una nueva pareja. También de tener sexo y sentir afecto/afinidad por su pareja.
En una
sociedad que está envejeciendo progresivamente, la sexualidad debería permanecer
en una dimensión afectiva, sentimental y relacional durante todo el curso de la
existencia, en el respeto del cuerpo y a los aspectos peculiares presentes en
cada fase de la vida.
En la sociedad
contemporánea el anciano, por el hecho de serlo, presenta más indefensión, y en
el plano estricto de la sexualidad, la sociedad también le es hostil. En
efecto, el proceso de envejecimiento da lugar a una mayor fragilidad orgánica,
a un aumento de la vulnerabilidad frente a las enfermedades y en general a cualquier
tipo de agresión. Además, el proceso de envejecer se caracteriza por ser la
única edad que no introduce a otro ciclo de la vida y por ser el momento más
dramático de la existencia: la etapa de "las pérdidas" y de "los
temores". Pérdidas de todo tipo que se producen en esta etapa de
la vida: del papel productivo, de la capacidad laboral, posibilidad de perder
la pareja, los amigos, los hijos, disminución de eficiencia física y de la
independencia psicológica, etc. Aunado a esto predominan los efectos de
factores fisiológicos y sociales como la autopercepción del atractivo sexual,
el acceso a tener una nueva pareja, la viudez, la dificultad para acceder
plenamente a la intimidad que termina en cese de la actividad sexual, en muchas
ocasiones, el efecto de algunas patologías médicas e incapacitantes, incluso
para poder sostener o iniciar el acto sexual.
Por lo tanto
es incorrecto seguir considerando al anciano como poco interesado en la
sexualidad o con escasa actividad sexual. Se puede encasillar como
"ageísmo" o "sexismo" la actitud de la sociedad y de los
profesionales de la salud que no quieren reconocer esta realidad. Con una mayor
formación académica de los profesionales sanitarios y de la sociedad en
general, junto con la realización de programas de educación sexual para los
ancianos, se lograría una mayor sensibilización hacia estos aspectos olvidados
de los mayores, contribuyendo directamente a una mayor satisfacción y bienestar
de muchos ancianos.
De la vida
sexual de los ancianos sabemos muy poca cosa. Pero hoy podemos decir que
"no hay un límite cronológico después del cual la vida sexual
desaparece". Por lo tanto, el primer paso para una consideración ética
sobre el papel de la sexualidad en la vejez pasa ineludiblemente por
reconsiderar estas actitudes que, ocultando la existencia del problema,
dificultan enormemente su remedio.
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